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Las discusiones no deben seguir llenando el escenario político Si la discusión política continúa centrándose en temas ajenos a la preocupación y el entendimiento de las grandes mayorías, como ocurrió antes en Venezuela y Bolivia, corremos el riesgo de estar abonando el terreno para una propuesta disruptiva, y de esas queda claro que no hay retorno pacífico. Hay algo mucho más importante que está más allá de la grabación ilegal de un mensaje demasiado parecido a la extorsión, más allá del alarde de ignorancia jurídica y reestreno de la vieja vocación claramente antidemocrática de un congresista oficialista, más allá de los signos verbales de aparente ebriedad en el hemiciclo y mucho más allá de las dudosas cifras auto reconfortantes en materia de seguridad y del nulo conocimiento del mundo de la política exhibido por la mayor parte del Ejecutivo, y más allá de la desproporcionada alharaca mediática sobre el etiquetado de los alimentos (que golpea irracionalmente nuestra capacidad exportadora). La población (que es la que vota alcaldes, gobernadores, congresistas y presidentes) se siente más insegura (y con fundamento), la economía se sigue frenando, sin nuevos grandes proyectos mineros, energéticos o de infraestructura a la vista, con la consiguiente disminución de oferta laboral, caída de la recaudación y potencial crecimiento de la pobreza. Las discusiones jurídicas y políticas son necesarias, pero no deben seguir llenando el escenario, desplazando la necesaria solución de los problemas de fondo, o la población sentirá cada vez más lejano a su presidente y su Congreso. La reconstrucción de las áreas dañadas por El Niño es necesaria, pero no va a ser suficiente. Hace falta empezar de una vez a construir la infraestructura necesaria para el desarrollo industrial fuera de Lima, destrabar los proyectos mineros, de hidrocarburos y energéticos detenidos por consigna escrita en La Habana, mediante la manipulación política eficaz de los conflictos sociales generados por esa lejanía de entendimiento de realidades distintas a la propia, común a la mayoría del sector dirigente público y privado. Por más aplauso mediático que reciba de amigos y colegas una gestión ministerial, es poco racional destapar el motor del auto y sacarle piezas en plena carrera. Lo único que se ha conseguido es que la maquinaria no responda adecuadamente. Clausewitz y Sun Tzu coinciden en la necesidad de elegir qué batallas pelear y cuándo. Ya hemos visto en el pasado las desastrosas consecuencias judiciales de capturas aceleradas, antes de que acabe la investigación, a veces sazonadas artificialmente para obtener efímeros réditos políticos. Urge un cambio de timón que nos encamine de nuevo por la senda del desarrollo empresarial (generador de impuestos y puestos de trabajo) y la seguridad democrática. Las piezas están allí, tanto en la Presidencia como en la mayoría congresal, solo hace falta deponer terquedades y miopías para reconocer que las coincidencias debieran empezar a pesar más que las ofensas y las alianzas oportunistas con los áulicos, cada vez más parecidos a los gallinazos deseosos de ver despedazado al país. Lee el artículo original en elmontonero.pe.